Víctor Charneco

“Uno de los mayores problemas de la sociedad contemporánea es que está enferma de soledad”, Víctor CharnecoVictorCharneco

 

Por Esther Ginés.

Por Esther Ginés.

Como todo buen autor exigente, Víctor Charneco (Zafra, Badajoz, 1976) ha cuidado hasta el mínimo detalle de su nueva criatura literaria: Duelos, un recopilatorio de relatos que aparece tras la buena acogida que tuvo su ópera prima, Devuélveme a las once menos cuarto. Sin embargo, Duelos es una obra anterior y constituye su primer trabajo de ficción, algo que no se percibe cuando uno se sumerge en estas historias enfrentadas y muy cuidadas que, si bien es cierto, comparten algunos temas comunes con el que fuera su debut literario. De hecho, uno de los grandes temas del libro es la soledad y el lazo que la une a la sociedad en que vivimos. «Ya en Devuélveme a las once menos cuarto planteaba a los lectores la idea de que uno de los mayores problemas de la sociedad contemporánea es que está enferma de soledad”, cuenta Charneco. En esta entrevista, el autor nos habla de esta obra dividida en seis grandes duelos de amor, realidad, amistad, honor, muerte y creación. Diferentes historias que acaban formando un todo y desde las cuales nos ofrece su particular visión de las motivaciones que determinan el comportamiento y las voluntades humanas.

Duelos nos ofrece un planteamiento muy original. Historias con atmósferas muy diferentes entre sí que ofrecen una mirada sobre el fascinante entramado de las relaciones humanas. ¿Desde el principio tuviste claro que querías hablar de este tema a través de este género narrativo? ¿Sentiste cierto respeto ante el género del relato, que es menos leído y para un público (quizás) más exigente?
En mi planteamiento inicial no estaba la intención de abordar grandes temas a partir de enfrentamientos con ambientaciones diferentes y registros variados, como tampoco me planteé si hacerlo desde el relato me haría menos visible para los lectores. Tenía la idea de escribir un libro de relatos en el que unos se enfrentaran a otros y, como siempre sucede en la literatura, los hechos luego me fueron conduciendo hacia las diferentes historias y las reflexiones que las alientan. En cuanto a la dificultad del relato como género, es cierto que las estadísticas dicen que este tipo de textos se lee menos, pero también parece que en los últimos años se está revitalizando el interés del público por ellos.

El primer duelo con el que se enfrentará el lector es el del amor. ¿Eres de los que piensan que se trata de una de las grandes fuerzas que mueve el mundo?
El mundo lo mueven las pasiones, todas ellas, aunque es probable que, si sacáramos la media, el motor fundamental sea el amor, porque es la pasión más extendida, la que todos pretendemos y nadie se empeña en ocultar. De todos modos, que sean menos visibles no hace que no existan unas motivaciones menos nobles en la acción humana. Nadie alardea de esos otros latidos desbocados, pero están por ahí y su existencia nos asalta a diario, recordándonos la complejidad de la condición humana y sus cuartos oscuros.

Nueva York ha tenido mucho peso en este libro y tú la describes en la primera historia. ¿Qué importancia tiene esa ciudad tan artística en tu carrera?
Nueva York es un punto referencial en mi trayectoria creativa, seguramente el más determinante de todos, porque fue en esta ciudad en la que mis proyectos literarios pasaron a convertirse en realidades inequívocas. Se trata, además, de un lugar en el que mi creatividad siempre se desata, espoleada por su explosión de vida, cultura, manifestaciones artísticas y cinematográficas.

Dices en uno de los textos: “La vida es un camino donde priman las decepciones, los errores, el cansancio, las enfermedades y hasta la muerte”. Son las palabras de un alienígena que llega a la Tierra en una misión exploratoria. Visto así, es cierto que la vida es un continuo duelo…
Ese alienígena, el explorador Adhzed, hace la afirmación que destacas cuando no sólo ha sido infectado ya con unas emociones que le eran desconocidas, sino que ha de dar una respuesta al pueblo que le eligió para ir a la Tierra y está desconcertado ante la amenaza de la existencia ‘sensitiva’. Pero en ningún caso mi planteamiento es tan oscuro: creo en la posibilidad de la felicidad, pero no en ella como un estado irreal y acaramelado, sino en la capacidad para integrar en la existencia los problemas y dolores que en ella tienen lugar sin que eso suponga un sufrimiento imposible de soportar.

En el duelo de realidad haces un completo repaso a las emociones humanas a través de una epidemia de melancolía. Una interesante perspectiva desde la que abordar lo complejas que son nuestras relaciones interpersonales…
Ese duelo tiene un aspecto simbólico muy relacionado con la competitividad exacerbada de nuestra sociedad, en la que, en ocasiones, los sentimientos se toman como una prueba de debilidad. Los zedhícolas no tienen sensaciones, y eso lleva a su organización a un estadio más elevado, predominante; y sin embargo, no poseen todo lo que precisan, y han de salir a buscar más, engañar a sus conciencias con un sustituto tecnológico de sus sentimientos… Los humanos somos complejos, contradictorios, difíciles de entender e incluso de emparejar en relaciones estables, pero pese a todo, prefiero nuestra condición a la de Adhzed y los suyos.

Del libro extraigo la idea global de la necesidad humana de sentirnos comprendidos, respaldados. ¿Era una de tus intenciones?
Ya en Devuélveme a las once menos cuarto defendía la idea de que uno de los mayores problemas de la sociedad contemporánea es que está enferma de soledad. El sistema productivo, la competitividad mal interpretada, e incluso el egoísmo equivocado del ‘renovarse o morir’ están produciendo una generación de seres aislados, que necesitan la comprensión y el calor de otros, pero que en muchos casos son incapaces de pedir ese afecto e incluso de darlo. Creo que en muchas ocasiones confundimos los parámetros de la modernidad y nos condenamos a un estado carencial que, más que a cualquier otro individuo o estructura social, nos lesiona a nosotros mismos.

Escribir es para muchos autores una lucha contra los fantasmas que les acompañan. ¿Contra qué te has batido al escribir esta obra?
Duelos es una obra anterior a Devuélveme a las once menos cuarto. Se trata, de hecho, de mi primer trabajo de ficción, por lo que más que enfrentarme a mis fantasmas personales como autor, lo que tuve que hacer fue adquirir los recursos y estrategias necesarios para completar la obra. Todos los autores encaramos nuestro mundo interior cuando reflexionamos sobre la vida de los demás, pero creo que en este libro no hay demasiadas huellas de mi personalidad y sus peculiaridades.

¿Tras la buena acogida de Devuélveme a las once menos cuarto, sientes presión ante la publicación de este nuevo libro, o pesaban más las ganas de volver a encontrarte con los lectores?
Como escritor, mi intención es la de llegar al público, darle a conocer mis historias y recibir la información sobre qué les han parecido, si les emocionaron o encontraron algo en ellas que pueda ayudarles a mejorar sus vidas. Desde esa perspectiva, siempre es un placer tener la oportunidad de volver a entrar en contacto con los lectores. Por supuesto, siento la responsabilidad de entregarles la mejor obra posible, pero no por la altura del listón que pueda haber dejado mi novela anterior, sino como compromiso con mi propio trabajo. Soy muy exigente con mis textos y no permito que salgan de mi mesa hasta que he conseguido que alcancen su mejor versión posible.

¿Será la promoción de Duelos similar a la de la novela y viajarás por diferentes ciudades españolas?
Por el momento, las presentaciones que están previstas son las de Madrid y Zafra, mi ciudad natal. Para presentar en Barcelona, sede de Ediciones Carena, esperaremos hasta Sant Jordi, e iremos planificando otras poblaciones conforme el calendario y las expectativas de los lectores nos lo vayan permitiendo. Creo que es muy positivo que el público pueda conversar con los autores, y escuchar de ellos sus motivaciones, inspiraciones o proyectos, así que siempre estoy dispuesto a viajar para mantener encuentros con ellos.

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