¿Tienes lo que hay que tener para ser escritor?

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Por Alejandro Marcos Ortega.

Por Alejandro

Marcos Ortega.

Cambiar y aprender

Como ya vimos en entregas anteriores, el deseo es aquello que el protagonista ansía conseguir y el conflicto se produce cuando otra fuerza (sea exterior o interior al protagonista) se oponen a esa consecución del deseo. Pues bien, hoy vamos a hablar del tercer elemento que nos falta para que completemos nuestro relato: el cambio.

El cambio es una alteración en el personaje protagonista, sea física o de carácter, que se produce como consecuencia de las decisiones y acciones que ha llevado a cabo motivado por el conflicto (generado a su vez al querer alcanzar el deseo). Es decir: Un personaje quiere algo y una fuerza se opone a ello. Pueden pasar dos cosas, que finalmente consiga ese deseo o que no lo haga. Para llegar a cualquiera de esos dos puntos, el personaje debe actuar y tomar decisiones. Todo eso va a provocar que su carácter o su personalidad vayan poco a poco evolucionando. De manera que ese personaje no sea el mismo al terminar el relato que el que era al principio.

Hemos dicho que puede ser un aspecto físico o psicológico, pero lo cierto es que si se trata de un cambio físico, debe ser porque simboliza o representa un cambio más profundo en el personaje, no únicamente porque sea un cambio físico. Por ejemplo: la protagonista es un ama de casa que se da cuenta que su vida es aburrida, ya que su marido no le permite ni teñirse el pelo, y quiere salir a bailar, pero su marido no le deja. Entonces ella acaba tiñéndose el pelo de otro color. Ese pelo teñido, en realidad, no representa únicamente un cambio en su aspecto, sino un cambio en su actitud. Ha pasado de obedecer al marido a desafiarle.

También puede darse el caso en el que haya relatos en los que no se produzca ningún cambio en el protagonista. Bien, eso es cierto, pero debe haber una razón narrativa que sustente dicha inmutabilidad. Es decir, por ejemplo: que nuestra intención sea mostrar, precisamente, cómo determinado tipo de personas nunca cambian les pase lo que les pase.

Vamos a verlo más claro completando el análisis que hemos venido haciendo del relato de Ana María Matute “El niño al que se le murió el amigo”. Recordemos el texto:

Una mañana se levantó y fue a buscar al amigo, al otro lado de la valla. Pero el amigo no estaba, y, cuando volvió, le dijo la madre:
—El amigo se murió.
—Niño, no pienses más en él y busca otros para jugar.
El niño se sentó en el quicio de la puerta, con la cara entre las manos y los codos en
las rodillas. «Él volverá», pensó. Porque no podía ser que allí estuviesen las canicas, el camión y la pistola de hojalata, y el reloj aquel que ya no andaba, y el amigo no viniese a buscarlos. Vino la noche, con una estrella muy grande, y el niño no quería entrar a cenar.
—Entra, niño, que llega el frío —dijo la madre.
Pero, en lugar de entrar, el niño se levantó del quicio y se fue en busca del amigo,
con las canicas, el camión, la pistola de hojalata y el reloj que no andaba. Al llegar a la cerca, la voz del amigo no le llamó, ni le oyó en el árbol, ni en el pozo. Pasó
buscándole toda la noche. Y fue una larga noche casi blanca, que le llenó de polvo el traje y los zapatos. Cuando llegó el sol, el niño, que tenía sueño y sed, estiró los brazos y pensó: «Qué tontos y pequeños son esos juguetes. Y ese reloj que no anda, no sirve para nada». Lo tiró todo al pozo, y volvió a la casa, con mucha hambre. La madre le abrió la puerta, y dijo: «Cuánto ha crecido este niño, Dios mío, cuánto ha crecido». Y le compró un traje de hombre, porque el que llevaba le venía muy corto.

Como ya vimos, el deseo del protagonista es jugar con su amigo y el conflicto comienza cuando el amigo muere. En el texto podemos ver que el niño realiza un montón de acciones para tratar de recuperar a su amigo: se va de casa, le espera en la puerta, carga con los juguetes, etc. Todas esas acciones culminan en el desenlace: el niño no encuentra a su amigo y ya no quiere jugar con él. En el texto la madre hace hincapié en el cambio físico del niño: ha crecido y no le vale el traje. Pero ese cambio físico hace referencia a otra cosa y es que el niño ha madurado. Lo vemos en que ya no quiere jugar con el amigo cuando antes sí, en que ve los juguetes como pequeños e inútiles y en que finalmente los tira al pozo. Fijaos como en unas pocas líneas, Ana María Matute ha conseguido incluir los tres principales elementos que debe tener cualquier relato.

Para concluir voy a proponeros un juego. En algún relato que hayáis escrito coged un par de acciones que realice vuestro personaje al principio del texto y un par de ellas que realice el final. ¿Son iguales los dos personajes?, ¿el personaje acaba haciendo algo que al principio no hacía? Y si no es así, si no hay cambio: ¿podríamos introducir algo que hiciera que nuestro personaje cambiara?, ¿alteraría mucho eso la historia? Que nuestro personaje cambie significa que ha aprendido algo, que los hechos que ha vivido no han pasado a través de él como si fueran agua de lluvia. Cambiar es aprender, hagamos que nuestros personajes aprendan.

Bibliografía:
“El niño al que se le murió el amigo”, del libro “Los niños tontos”, Ana María Matute, Media vaca, 2000

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