¿Tienes lo que hay que tener para ser escritor?

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Por Alejandro Marcos Ortega.

Por Alejandro

Marcos Ortega.

Material World

Como dice la conocida canción: Vivimos en un mundo materialista; y tenemos que aprovechar eso en todos los aspectos de la vida. No os voy a proponer que os caséis con la persona que más dinero gane, sino que aprovechéis al máximo los objetos físicos en las historias que escribáis.
Los objetos que aparecen en las narraciones literarias cumplen varias funciones muy interesantes que me gustaría recalcar hoy con vosotros.
La primera función es la de ambientación. Los objetos nos sitúan en el mundo físico en el que se desarrolla la acción de nuestra historia. Hacen que podamos ‘ver’ la narración. No es lo mismo decir ‘bosque’ que decir ‘bosque de pinos con un centenar de árboles, grandes rocas, algún papel de plata abandonado por los campistas y una fuente’. La imagen del segundo bosque es mucho más concreta y funcionará mejor.
Dentro de esa función ambiental, los objetos también caracterizan tanto a personajes como a lugares. Por ejemplo el papel de plata del bosque que hemos visto antes nos hace saber que es un bosque transitado (probablemente por campistas inexpertos si abandonan basura). O si describimos una habitación, no será lo mismo decir que por el suelo hay varias camisetas de Iron Maiden tiradas y una videoconsola encendida; que decir que hay una estantería con cientos de libros, una cama con dosel, un ramo de flores, un acuario, un montón de peluches, etc. Los objetos hablan del lugar y de la persona sin que el narrador tenga que explicarlo. Por ejemplo: si nuestro personaje tiene veinticinco años, pero su cama está llena de peluches, probablemente sea un poco infantil para su edad, pero el narrador no tenga que decírnoslo si hemos visto esa cama y su colección de clásicos de Disney en la estantería.
Los objetos, además, también se pueden cargar de significado, haciendo, nuevamente, que el narrador pueda hablar de un sentimiento, de una situación o de algo abstracto, sin necesidad de nombrarlo. Por ejemplo si un día el chico anterior decide deshacerse de sus peluches porque viene una chica a su casa, probablemente estemos hablando de un proceso de madurez sin que sea necesario nombrarlo. En este caso la asociación es muy obvia y necesitaría poco trabajo, pero hay otros objetos que precisarán de un trabajo de asociación previo para que se carguen de significado. Por ejemplo: si un matrimonio decide deshacerse de una lámpara de araña que lleva colgada en el salón 20 años y con ello queremos decir que su relación está agotada, hemos tenido que asociar esa lámpara anteriormente a su relación. Por ejemplo siendo la primera cosa que compraron juntos, después apagándose el día que tuvieron su primera pelea, limpiándola solo uno de los cónyuges si solo uno de los dos lucha por la relación, etc. Es un trabajo de asociación más largo puesto que el objeto se encuentra lejos de la idea que le queremos incluir. Un peluche se asocia normalmente con la infancia, mientras que una lámpara de araña no se asocia con una relación de pareja.
La última función que cumplen los objetos y que me gustaría señalar hoy es la de hilar las historias, hacer que el lector no se pierda. Si, por ejemplo, estamos narrando a la vez dos escenas distintas que suceden en lugares diferentes, podemos hacer que el lector las diferencie en seguida nombrando al personaje que se encuentra en cada una o haciendo referencia al espacio. ¿Y si las dos escenas están protagonizadas por el mismo personaje y ocurren en el mismo lugar? En ese caso tendremos que hacer uso de un objeto. Pongamos que Pedro está en su casa solo, pensando en su novia, que acaba de marcharse después de romper su relación. A la vez, queremos narrar el instante en que Pedro se decidió a pedirle salir para mostrar el contraste entre la alegría y los nervios del primer momento y la decepción y tristeza del segundo. En los dos casos Pedro es el protagonista y en los dos casos está solo y en su casa. Si no queremos que el lector se pierda, lo mejor es asociar cada escena a un objeto. En la primera, él puede estar mirando una fotografía de la pareja en el salón de su casa, mientras que en el segundo puede jugar con las llaves que lleva en el bolsillo. La foto puede reforzar además ese sentimiento de pérdida y las llaves ayudan a mostrar el nerviosismo del muchacho. Un doble combo.
Pero no todo es magia y purpurina con los objetos, obviamente. También puede producirse el caso en el que saturemos de objetos inútiles nuestros textos. La mente humana tiene un límite en cuanto a retener información se refiere. Dentro de las enumeraciones largas, solemos recordar los elementos que cierran la lista o los que la comienzan. Recordaremos también los objetos que sean más llamativos y eso puede hacer que perdamos en el camino alguno importante que sea más cotidiano. Es importante revisar y pulir. Una enumeración de más de tres términos no es recomendable a no ser que queramos recalcar un determinado ritmo, al igual que deberíamos evitar varios objetos cargados de significado demasiado cercanos. No hay ninguna norma, es algo que se va adquiriendo con lecturas y escrituras.
Mi consejo es que os volváis materialistas y empleéis todos los objetos que podáis y que tengáis a vuestro alcance en vuestras historias. No tengáis miedo de sobrecargar, siempre es más fácil borrar que poner. Poco a poco iréis adquiriendo la pericia para encontrar objetos adecuados y eficaces para narrar lo que queréis contar.

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